Escribe: Clara para Ambiente en Lucha
Desde el año 2010 cada 12 de octubre se conmemora en nuestro país el Día del respeto a la diversidad cultural, cambiando así el anterior nombre del Día de la raza por uno mucho más “amigable” y compatible con los discursos democráticos. Sin embargo, esto puede contribuir a la invisibilización de la situación actual de los pueblos originarios que sigue estando marcada por la invasión, el despojo, la persecución y la muerte.
Lo que sucedió en 1492 no fue el descubrimiento del continente americano sino el proceso cruento de invasión y exterminio de las civilizaciones preexistentes, para consolidar luego el saqueo de riquezas y dominación económica y política por parte de España y otras potencias europeas. Así, con la justificación de la misión evangelizadora, toneladas de oro y plata fueron robadas, más de 50 millones de indígenas fueron exterminades en el primer centenario, pero les restantes fueron convertides en mano de obra barata y forzosa, a lo que se sumó la mano de obra esclava arrancada con igual violencia de África.
Hasta acá, con mucho edulcorante de por medio, más o menos hay un consenso y la violencia es reconocida y condenada. Mucho menor es el reconocimiento y repudio a las violencias perpetradas contras los pueblos originarios por parte de los propios estados americanos: en nuestro país, cuya clase dominante siempre se sintió mas hija de Europa que de la propia tierra, pareciera que la independencia de la corona española nos permitió lavar la sangre sobre la que se construyó el estado, empezar de cero una historia ya “blanqueada”. Pero nada más lejos de la realidad. El estado argentino continuó invadiendo territorios originarios para apropiarse de sus tierras y expandir su dominio. Ejemplo es la “campaña del desierto” (que no era desierto) de Roca entre 1878 y 1885 con la que se consolidó el control sobre la región pampeana y la Patagonia, hasta entonces habitada por tehuelches, ranqueles y mapuches. La acumulación originaria por la que se conformó una clase terrateniente en la Argentina, pero también por la que se cedieron miles de hectáreas a empresas extranjeras como La Forestal británica que arraso con los bosques nativos, fue a costo del despojo de los pueblos originarios de sus tierras, que eran invadidos, desplazados, encerrados en tierras improductivas para ser usados como mano de obra forzada, y cuando se levantaban en resistencia, masacrados, como el caso de Napalpi de 1924.
Así podríamos recorrer todo el siglo pasado pero basta con mirar la situación de los pueblos originarios en la actualidad para comprender la continuidad de las prácticas de la conquista. En el noroeste las comunidades aún tienen altos índices de mortalidad infantil por desnutrición y por falta de agua, por lo que todos los años se movilizan a las ciudades capitales de Salta y Jujuy, en estos días comunidades wichí y kollas cortan rutas y se movilizan en reclamo de agua potable.
A medida que se profundiza la crisis económica, el estado profundiza también las políticas extractivistas con el fin de rematar nuestros bienes comunes para conseguir dólares para la deuda externa. En resguardo de sus tierras, los pueblos originarios se encuentran cada vez más en el eje de disputas territoriales con el estado y las empresas privadas nacionales y transnacionales. En Misiones, Chaco, Santiago del estero, las comunidades Mbyá Guaraní, Qom, Tonocoté, son víctimas de ataques violentos y amenazadas permanentemente por resistir a las topadoras y el desmonte que con toda complicidad de los gobiernos locales, provinciales y nacional avanza sin ningún tipo de límite.
En el sur, vemos una persecución permanente al pueblo mapuche, con medios que hacen campañas acusándolos de terroristas para legitimar brutales represiones como las que se cobraron las vidas de Santiago Maldonado, Elias Garay, Rafael Nahuel, o la de Villa Mascardi del año pasado donde mujeres y niñes fueron gaseades y detenides en condiciones ilegales por parte de un comando unificado de fuerzas federales armado especialmente para ese fin.
En Jujuy sigue en pie una pueblada contra la reforma inconstitucional de Morales y el PJ elaborada para dejar en manos extranjeras la explotación del litio que solo tiene como saldo para las comunidades y trabajadores más saqueo, mas contaminación, mas represión, y menos agua. Las comunidades originarias de toda la provincia se han plantado con fuerza en los cortes de ruta y han conformado el 3er malón de la paz para movilizarse hasta Buenos Aires a reclamarle al estado nacional una intervención urgente que. a más de dos meses, aun brilla por su ausencia.
El avance de las derechas presenta un marco peligroso para los pueblos originarios ya que crecen los discursos supremacistas, racistas y violentos, que extranjerizan a los pueblos preexistentes al estado argentino y los construyen como enemigos en el imaginario para que nadie cuestione semejante violencia. Hace días, mientras se desarrollaba el debate de candidatos a presidentes, militantes del PRO atacaron con navajas a hermanes del 3er Malón de la paz y activistas ambientales de la Coordinadora Basta de Falsas Soluciones. Villarruel directamente retrocede 500 años y festeja esta fecha reinvindicando la “unión de culturas y la hermosa mixtura que es hispanoamérica”, pero qué le vamos a pedir al espacio político que niega también el plan sistemático de exterminio de la clase trabajadora que significó la última dictadura militar, el cambio climático y el ecocidio, el patriarcado y los femicidios, hay que reconocerles al menos la coherencia en el negacionismo de todas las formas de violencia a las que nos somete este sistema.
Pero igual de peligroso es, el otro negacionismo oficialista, el que se disfraza de derechos humanos y respeto a la diversidad, mientras aprueba las reformas que les quita el derecho a sus tierras, el que habla de interculturalidad mientras manda fuerzas de seguridad federales a cazar mapuches, destruir sus espacios sagrados ceremoniales y detener a sus líderes espirituales, el que habla de soberanía mientras continúa la entrega de riquezas a multinacionales a costa de las comunidades originarias.
No hay grieta política entre los partidos mayoritarios cuando se trata del extractivismo, del saqueo de nuestra tierra con consecuencias devastadoras para el ambiente y las condiciones de vida de las comunidades y de todes. No existe respeto a la diversidad en el despojo, la identidad se ancla y se ejerce en el territorio, hablar de culturas sin visibilizar los procesos económicos y políticos que atraviesan a los pueblos originarios, es una abstracción que oculta la vigencia de las prácticas de la conquista. Solo el Frente de Izquierda y las Asambleas Socioambientales denuncian este saqueo, acompaña esta lucha en las calles y pelea por terminar con este sistema de opresión y construir uno nuevo.