Escribe: Nicolás Núñez, referente de Ambiente en Lucha (Izquierda Socialista + Independientes)
*Publicado originalmente en “El Socialista N° 564” (www.izquierdasocialista.org.ar)
La última semana se batieron consecutivamente tres veces los días más calurosos desde que la humanidad tiene registro, mientras que incendios, sequías, inundaciones, olas de calor fatales, fueron parte de un panorama global que la destrucción ambiental capitalista solo propone profundizar.
El dato lo otorgó Corpenicus, el sistema de observación planetaria de la Unión Europea: junio se había colocado medio grado por encima de la media de 1991-2020, y batiendo el récord previo que databa de 2019. Previamente, a lo largo de mayo, los periodistas especializados intentaron llamar la atención sobre un dato que no lograba filtrarse hacia los grandes medios, dado que resultó ser que la temperatura promedio de los mares estaba en niveles insólitamente elevados. Mientras intentaban buscar una explicación certera, el mundo científico alertaba sobre lo que sobrevendría a continuación: tormentas y eventos climáticos extremos con una violencia furibunda. Luego, consecutivamente la semana pasada se dieron los días terrestres más calurosos jamás registrados cuando el verano en el hemisferio norte recién terminaba de comenzar. La temporada 2023 de catástrofes ambientales había abierto sus puertas.
En efecto, y haciendo un listado parcial podemos enumerar: los incendios forestales que en Canadá consumieron el equivalente a un Portugal entero reducido a cenizas y provocaron una humareda que tornó naranja los cielos de ciudades de los Estados Unidos; la ola de calor en méxico con más de un centenar de fallecimientos; las inundaciones en Italia que produjeron más de una decena de muertes y trece mil personas desplazadas de sus hogares; las inundaciones en Zaragoza (Estado Español) que dieron lugar a la imagen dantesca de automóviles siendo arrastrados por la corriente con sus conductores subidos a los techos para no quedar sumergidos; Pakistán, otra vez, las violentas lluvias de la semana pasada dejaron un saldo provisorio de 76 muertes, incluidos 28 niños, mientras que en la India, el más lluvioso día de julio jamás registrado terminó dando lugar a inundaciones que destrozaron la infraestructura de barrios enteros. Mientras tanto, los pilares de los centenarios templos budistas del Himalaya veían seriamente comprometida su existencia por los desplazamientos de tierra generados por caudales de agua bajando por las laderas de la cordillera. En el otro extremo geográfico, y de las consecuencias del calentamiento global, Montevideo comenzó a obtener agua solo salada de sus canillas debido a la combinación de sequía, calentamiento global, y políticas de saqueo capitalista del principal bien común de este planeta.
La realidad biofísica del planeta pareciera “obstinada” en no querer contentarse con las promesas de reducciones de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) y los planes de transición energética de los gobiernos y multinacionales. Y dándonos, más bien, las consecuencias lógicamente previstas, matemáticamente calculadas, alertadas, de los impactos del calentamiento global impulsado por la lógica de acumulación de ganancias del sistema capitalista. La llegada del fenómeno de “El Niño” (que tiende a generar procesos estacionales de una más elevada temperatura y aumentar las posibilidades de lluvias intensas) combinada con el proceso aumento de la temperatura global fruto de la acumulación de GEI en la atmósfera, resultan ser las explicaciones que generan mayor consenso entre los especialistas. No sucede lo mismo con la explicación que sugirien los liberfachos como Javier Milei en Argentina o VOX en el Estado Español: “el calentamiento global es un invento de los comunistas”. A esta altura, el negacionismo climático es no otra cosa que un acto de estupidez suicida al servicio de las ganancias de las multinacionales fósiles.
Tenemos que prepararnos para que estos fenómenos sigan multiplicándose. Porque las emisiones al día de hoy depositadas en la atmósfera por la industria capitalista tienen ya de por sí el efecto de continuar el proceso alcista de la temperatura global; porque como señaló el último informe del IPCC, la infraestructura de combustibles fósiles ya desplegada basta para superar el límite previamente propuesto del 1,5° de aumento de la media global comparada con la previa al comienzo de la era industrial; y porque, como lo demuestran en su escala en nuestro país el gobierno argentino y la oposición de Juntos x el Cambio, el plan de los partidos capitalistas es seguir abriendo más y más pozos de explotación hidrocarburífera para sostener las ganancias de las multinacionales del gas y el petróleo.
Al mismo tiempo, hay que señalar que es posible otro camino, de mitigación y freno de las consecuencias más dramáticas de la crisis climática. Pero éste implica pelear tanto por poner un freno a las iniciativas de ampliación de la frontera extractivista, dado que en cada una de esas pulseadas podemos recortar la acumulación de GEI; como así también pelear por la salida de fondo: por gobiernos de la clase trabajadora, las comunidades y la izquierda que tomen en sus manos los bienes comunes y la producción en su conjunto para planificar una transición en armonía con la naturaleza y al servicio de las mayorías populares. Cada temporada de eventos climáticos extremos, en definitiva, sigue ratificando que la alternativa es Socialismo o catástrofe.