Escribe: María Laura N. para Ambiente en Lucha
Las escuelas deberían ser, entre otras cosas, espacios seguros para aprender a socializar e incorporar conocimientos significativos para la vida. En las escuelas fumigadas también los jóvenes y niños acuden a socializar y aprender conocimientos, pero lo hacen en un ambiente expuesto a los tóxicos que se pulverizan a los cultivos de los campos cercanos a las instituciones. Es así que aprender se convierte en algo más complejo, en un peligro para la salud.
La situación es alarmante ya que en Argentina hay unas 15.000 escuelas rurales que conviven con la producción agraria, en un contexto en el que, para el año 2017, nuestro país producía 47 millones de toneladas de soja (lo que lo convertía en el tercer productor mundial de esta oleaginosa del mundo) y se vertían, según datos calculados por Alianza Biodiversidad, 500 millones de litros de agrotóxicos en nuestro país para el año 2018.
En noviembre de 2018, en el primer Encuentro Regional de Pueblos y Ciudades Fumigadas, se calculó que unos 700.000 niños y adolescentes están en riesgo por las fumigaciones que se llevan a cabo sin control en los campos cercanos. Gran parte de los alumnos han estado alguna vez cerca de algún agroquímico, ya sea a través de bidones, mochilas o un mosquito fumigador. Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe y Entre Ríos son las provincias más afectadas.
Entre los efectos a la salud que pueden ocasionar estos agrotóxicos se encuentran pérdida de embarazos, malformaciones genéticas, mutaciones, cáncer, leucemia y afecciones respiratorias, que son algunos de los problemas de salud cada vez más recurrentes. En marzo de 2015, la Agencia Internacional para la Investigación sobre el Cáncer (IARC es su sigla en inglés), evaluó a los insecticidas organofosforados diazinón, malatión y glifosato y los reclasificó como “probablemente cancerígenos para los seres humanos”.
Sin embargo, las escuelas siguen estando desprotegidas. Uno es el caso de Ana Zabaloy, docente de escuela rural. En octubre de 2015, su escuela fue fumigada en horario escolar, incumpliendo con la normativa vigente en la zona. Cuatro años más tarde, en 2019, fallece de cáncer. Si bien se considera que esta enfermedad es multicausal, por lo que es difícil determinar una causa directa, en un chequeo en el que la docente se sometió en 2016 se corroboró que la misma tenía una cantidad 14 veces superior a la considerada normal de glifosato en sangre.
Este problema no es nuevo, ni tampoco el hecho de que los verdaderos responsables sean no solo las empresas del sector sino también los políticos. Sin ir más lejos, en el discurso de inicio de sesiones en el Congreso Nacional el 1° de marzo de Alberto Fernández sus propuestas para salir de la crisis fueron las mismas que en el 2022: más megaminería, más agronegocio (proyecto de ley agroindustrial), más explotación petrolera y de litio. Como si no hubiera pasado tiempo desde que, a nivel internacional, se hiciera la división del trabajo, nuestros gobernantes siguen viéndonos como proveedores de materias primas, una de las principales causas de la pobreza y de la dependencia.
¿Pero cuál es el trasfondo del impulso al extractivismo? Los dólares que necesita el gobierno para pagarle al FMI, cuya deuda contrajo la alianza Cambiemos y el peronismo gobernante acordó pagar.
Pero existe salida a este círculo vicioso, que es la lucha desde los territorios y la apuesta por un cambio estructural. En ese camino, son importantes las experiencias de luchas como las de Exaltación Salud que conquistó en su municipio poner restricciones a las fumigaciones, como también consiguieron los vecinos que se organizaron contra el vertido de glifosato en La Matanza. Pero como desde esas mismas experiencias se señala, se trata de medidas parciales que deben complementarse con la pelea por frenar definitivamente el uso se agrotóxicos. En esa perspectiva, un ejemplo es el que propone, en su 35° encuentro del fin de semana pasado, la Unión de Asambleas de Comunidades (UAC). Se trata de una reunión en la que confluyen organizaciones socioambientales de decenas de provincias. Ellas plantean otro camino al modelo político y económico hegemónico, por ejemplo a través de la agroecología, el comercio justo, el cuidado del agua, entre otras alternativas. Por otro lado, aportan también los planteos de fondo de espacios como el Frente de Izquierda UNIDAD que proponen dejar de someter al país a los dictámenes del FMI, no pagar la deuda, y poner esos fondos al servicio de las necesidades populares, también marcan un horizonte en el que librarse de todas las formas del extractivismo.
Fuentes:
https://elpais.com/elpais/2020/01/10/planeta_futuro/1578659137_361121.html