Escribe: Nicolás Núñez, referente de Ambiente en Lucha
Con tres días de demora fruto de las negociaciones por la redacción final, los representantes de 195 países hicieron público el último informe científico que el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC por sus siglas en inglés) de las Naciones Unidas (ONU) emitiría hasta fines de la década en curso. Desde nuestro país ya estamos atravesando las consecuencias de un calentamiento global entorno al 1,1°, que nos presenta alteraciones como los diez grados arriba de la temperatura promedio que vimos este verano, y a su vez, el pronóstico es que sequías dramáticas como la que estamos padeciendo pueden volverse cada vez más frecuentes.
Parte de la información que recopila este informe señala que, justamente para 2030, y para al menos tener un 50% de chances de evitar entrar en un tobogán de consecuencias climáticas impredecibles, las emisiones de gases de efecto invernadero deberían haberse reducido al menos un 43% (punto B.6.1. del informe). Hasta 2022, y a contramano de esa necesidad, todos los años aumentaron. ¿La catástrofe ambiental es inevitable?
¿Qué dice el informe*?
Se trata de la síntesis de los informes que fueron presentándose a lo largo de los últimos cinco años: uno estableciendo el impacto que tendría el aumento del 1,5° que quiere evitar superarse; otro sobre los impactos del cambio climático y la tierra; otro que analiza la realidad de los océanos y áreas congeladas del planeta; y el “Sexto Informe de Evaluación”, compuesto por tres informes (bases físicas del cambio climático, impactos y adaptación, y otro de recomendación de medidas). Es decir, no se trata de la generación de nueva evidencia sino de la sistematización de miles y miles de investigaciones de lo más destacado de la ciencia contemporánea. Su importancia reside en que, lejos del mero repaso, estamos ante la que probablemente sea la última alerta de este volumen inapelable de conocimiento científico sobre cambio climático emitida en un mundo por debajo del 1,5° de aumento de la temperatura global respecto del comienzo de la era industrial.
En efecto, en una de sus sistematizaciones el informe modeliza distintos escenarios posibles en función de una perspectiva o bien “optimista” (SSP1-1.9 según su denominación en el informe), de muy bajas emisiones, o bien “pesimista” (SSP5-8.5), de altas emisiones (en buena medida, de poco más que la continuidad de lo actual), y de dichas estimaciones surge que aún en los escenarios benevolentes, aquel 1,5° estaría siendo alcanzado en torno al fin de la década en curso y los primeros años de la siguiente.
De hecho, aún en el escenario “optimista” las proyecciones exceden las plasmadas en la ficción: “Extrapolations”, la serie de Apple pensada para generar conciencia sobre cambio climático, y que reúne a un tendal de estrellas de Hollywood, estrenada en simultáneo a la presentación de este informe, ubicaba su primer capítulo en un dramático año 2037 de un mundo que tendría 1,55° de aumento de la temperatura global. Por encima de eso, el IPCC ubica más bien el fin de la cuarta década del siglo XXI en torno al 1,6° y los 2,4° de aumento de la temperatura global.
¿Cómo se realizan estas estimaciones? Primero, partamos de señalar que los informes del IPCC reducen al absurdo las posturas negacionistas de los Milei del mundo que o bien niegan el calentamiento global o bien niegan que el régimen de producción capitalista tenga un efecto sobre él. Con abrumadora evidencia el panel da cuenta de la relación directa entre concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera y aumento de la temperatura global. Así el informe repasa que cada 1000 Giga Toneladas de CO2 acumuladas en la atmósfera la temperatura de la superficie terrestre asciende 0.45° (B.5.2).
A partir de estas estimaciones es que hace tiempo vienen delimitándose “presupuestos de carbón” disponibles para no superar las metas del 1,5°o los 2°. El presupuesto restante para no superar el 1,5° serían unas 370 GT, cuando el nivel actual de emisiones anuales ronda las 44,6 GT (2019), de ahí que surja que el rumbo actual superaría ese punto en menos de una década. El informe estipula que, sin necesidad de abrir un nuevo pozo de petróleo, las proyecciones de emisiones de la infraestructura de explotación de combustibles fósiles actualmente existente superarían ya por sí mismas el presupuesto para no exceder el 1,5°. Por eso es que encontramos intervenciones como la de la periodista especializada, Marina Aizén, que señalan que la apuesta por la continuidad de la exploración e impulso de nuevas estructuras representan no otra cosa que actos de “terrorismo contra el clima global” (“La era de la policrisis”). Es en esos términos que tenemos que pensar iniciativas como las off shore frente a Mar del Plata o el nuevo polo petrolero en el Golfo San Matías que defienden Alberto Fernández, Cristina Fernández, Sergio Massa, Axel Kicillof, Mauricio Macri, Horacio Rodríguez Larreta, Javier Milei y compañía. De conjunto, los partidos patronales, de nuestro país y del mundo, ejercen el terrorismo climático sobre las condiciones de vida de las décadas por venir.
El IPCC señala que entre 3 y 3.6 miles de millones de personas habitan contextos de alta vulnerabilidad ante el cambio climático (A.2.2.), esencialmente países del sur global, empobrecidos, comunidades costeras o naciones isleñas. La disparidad geográfica es tal, que entre 2010 y 2020 la mortalidad relacionada con inundaciones, sequías y tormentas, fue quince veces superior en estas regiones. Las potencias imperialistas y sus multinacionales llevan un siglo cometiendo un crimen gigantesco a plena luz del día, y contando desde la década del 70’ -al menos- con información fehaciente de las consecuencias de su búsqueda de ganancias. Nunca fue un problema de “falta de conocimiento”, sino de la lógica intrínseca del capital: ampliarse no importa a qué costo.
¿Qué no dice el informe?
En ese sentido, el informe-resumen señala que existe en el mundo la liquidez y capital financiero necesario como para ser redirigido a las acciones de mitigación y adaptación, pero que el redireccionamiento se choca con “barreras” (C.7.3.), así como también que políticas de mitigación ambiciosas implicarían cambios “disruptivos en las estructuras económicas existentes” (C.2.5.). Pero a la hora de señalar medidas en concreto, se mantiene dentro del estricto libreto de las recomendaciones de mercado, como gravar el carbono o comercializar los topes de emisiones (un país que emite menos de los presupuestos pactados a nivel global le vende el permiso de emitir ese restante a otro país sobrepasado en sus emisiones). A su vez, en una oración que parece redactada por el ministro Juan Cabandié (C.4.1), el informe plantea que existen países que dependen del petróleo para generar empleo, cómo si no hubiera otras formas de crearlo, o bien, como el caso de nuestro país, como si el problema no fuera primero justamente la opresión financiera de organismos como el FMI. La otra cara “liquidez” de la que habla el informe es el sometimiento de las deudas externas de los países empobrecidos.
Aquí es donde resulta necesario precisar que existe un largo trecho entre las redacciones elaboradas por los cuerpos científicos y lo que termina atravesando el filtro de los voceros gubernamentales que intervienen hacia la redacción final. En 2021 la filtración del informe preliminar realizada por “Scientist Rebellión” permitió dar cuenta de cómo se había perdido en el camino la recomendación de que todas las plantas de gas y carbón existentes debían cerrarse en la década en curso. Todo lo contrario a lo acontecido en 2022, donde en contexto de la crisis energética agravada por la invasión de Rusia a Ucrania, países como Alemania volvieron a darle impulso a las más contaminantes fuentes de energía.
Por otro lado, los periodistas especializados que realizan el seguimiento de estos puntos dan cuenta de cómo el lobby de países como Arabia Saudita logró que las recomendaciones de abrupta desfosilización sean trocadas por el impulso de tecnologías de captura de carbono, o que Argentina y Brasil habrían logrado que no figurase la recomendación de indicar a los países con exceso de ingesta de proteínas animales la introducción de dietas de mayor peso vegetal (con una considerablemente menor huella de carbono). Pero más allá de quien sea el vocero que plantee la objeción, está claro que en la ONU quienes mandan son Estados Unidos y las potencias imperialistas, que son las que quieren que países periféricos sigan dándole manija a los dictámenes del extractivismo.
Lo que no dirá ningún informe aprobado por los representantes de los gobiernos de turno y la ONU es que es el sistema capitalista e imperialista el cáncer que está consumiendo al planeta entero. ¿De qué otra forma puede interpretarse sino la velocidad con que -como hemos visto en estos días- se destinan decenas de miles de millones dólares al salvataje de bancos mientras los fondos de compensación climática para el sur global pactados hace años no solo no aparecen, sino que se sostiene el sometimiento de los pagos de las deudas externas?
Rechazar el derrotismo para evitar la catástrofe
Volviendo al interrogante que dejamos sentado al principio, digamos que el informe señala que ya existen transformaciones planetarias en curso que han entrado en una ladera cuesta debajo de descenso inevitable así se reduzcan a cero las emisiones hoy (como el aumento del nivel de los mares), y así mismo, que la presentación del informe ya no se realiza sobre la base del énfasis de buscar no alcanzar el grado y medio de aumento de la temperatura global, sino de decir que “si hacemos las cosas bien”, podríamos llegar a atemperar el sistema planetario y volver a bajar del 1,5° hacia el final del siglo.
De no lograrlo, por ejemplo, un aumento de entre 2° y 3°, escenario más probable de mantenerse el rumbo actual, haría que en el curso de nuestras vidas veamos que las capas de hielo de Groenlandia y la Antártica Occidental se pierdan completamente. ¿Vieron las manchas blancas en el tope de los mapamundi? Bueno, se van. Y esa agua va a amenazar a todas las comunidades costeras y terminar de desestabilizar ciclos climáticos que tuvieron miles y miles de años de “funcionamiento” previsible. Así como también, al compás del deshielo se desenterrarán virus que fueron sepultados antes de que la humanidad emerja, y frente a los cuales probablemente desconozcamos los anticuerpos requeridos para hacerles frente. Entre un tendal de consecuencias objetivamente encadenadas.
Ahora bien, desde nuestro lugar entendemos que rendirse ante la inevitabilidad del colapso y la catástrofe social no es una opción, sino que se trata de ponerle nombre y apellido a las “barreras” con las que viene chocando el combate al cambio climático para demolerlas: la ganancia capitalista y los gobiernos que la protegen. Al caos climático no se responde ni desde las salidas individuales ni con el caos de la economía de mercado, sino con la planificación económica construida en base a la socialización y puesta bajo control de sus trabajadores de los principales resortes de la economía; muy particularmente de los bienes comunes energéticos, minerales, y desde ya del agua. La electrificación y descarbonización de la economía global no puede realizarse sobre la base de transformar al sur en un tendal de cráteres y sumideros de basura. La “liquidez” global debe ser puesta al servicio de la transición productiva, la adaptación y mitigación climática anulando las deudas externas del sur global, tarea que solo va a poder ser impuesta de abajo hacia arriba, peleando por el “no pago” desde cada territorio. Hay que sumar a la clase trabajadora para la transición productiva sobre la base de sostener los puestos de trabajo y convenios más favorables en producciones sustentables, y dar garantías a las comunidades de que ninguna medida va a ser llevada adelante sin su participación. Para todo esto es necesario pelear por gobiernos de “otra clase”. Otra clase social: de les trabajadores y no de los capitalistas. Otra clase de democracia: basados en la participación directa y no en la delegación tutelada por el capital.
Todo ésto suena difícil, y efectivamente lo es. Pero las consecuencias que plantea rendirse y no pelear por todo este horizonte igualitario y en armonía con la naturaleza son demasiado graves como para no intentarlo.
Fuentes:
Informe: https://report.ipcc.ch/ar6syr/pdf/IPCC_AR6_SYR_SPM.pdf