Escribe: Nicolás Núñez, referente de Ambiente en Lucha – Izquierda Socialista
“Era de la ebullición global”, dijo el Secretario General de las Naciones Unidas para ver si así lograba llamar un poco más la atención de lo que lo venían haciendo sus intervenciones previas hablando de “calentamiento global”. Se paró sobre el hecho concreto de que llevamos 30 días de temperaturas globales anómalas, por encima de las medias de los últimos más de 100 mil años.
Si bien en estas semanas se han dado fenómenos climáticos extremos de todo tipo (incendios, inundaciones, tornados), según las recomendaciones de World Weather Attribution (WWA) sobre “cómo informar fenómenos meteorológicos extremos y cambio climático”, son particularmente las olas de calor los fenómenos más directamente vinculables al aumento de la temperatura global. En su último reporte, WWA precisa respecto de los fenómenos del último mes que las temperaturas en Asia (más de 52° en China) debieran ser un fenómeno de 1 cada 250 años, y los golpes de calor en EEUU y México (con una gran cantidad de fallecidos) imposibles, sino fuera por el calentamiento global. No es LA causa, pero potencia, amplifica, reitera, etcétera. Y la llegada 2023 de “El Niño” parece haberle agregado una cuota de dramatismo a todo.
La ebullición, entonces, es una ratificación de un rumbo previsto, pero cuyo advenimiento parece adelantarse bastante al momento en que venía siendo apuntado en la agenda de la historia global. Incluso, una de sus manifestaciones más catastróficas, la ralentización o colapso de corrientes oceánicas, que el IPCC (Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático) no ubicaba en los calendarios de este siglo, es ahora pronosticada por estudios (en la revista Nature) como probable entre 2025-2095. Coloquialmente: el deshielo del ártico afecta la temperatura oceánica evitando que la corriente cálida del Atlántico Norte ayude en su rol de regular el clima europeo constituyendo un freno a que las temperaturas polares desciendan al continente. De constatarse esta consecuencia del calentamiento global, paradójicamente, la resultante sería un descenso drástico, de entre 3° y 8° de la temperatura en el “viejo continente”. Si bien minoritarias en el concierto científico, las voces que alertan de estas tendencias señalan que lo que podríamos tener por delante en estas regiones es no otra cosa que “el fin de la agricultura”. El clima está roto, pero el qué tanto nos depara muchas sorpresas por delante.
De “Trinidad” en adelante
También en este julio que se fue cálido, el martes 11, el Grupo de Trabajo del Antropoceno (GTA), y a partir de los parámetros de la Comisión Estratigráfica Internacional (CEI), dio a conocer cuál es su “Global boundary Stratotype Section and Point” (también conocido como “clavo dorado” o “punta dorada”), su referencia geológica a partir de la cual dar cuenta del comienzo de una nueva era en la historia del planeta Tierra. Después de analizar una docena de posibilidades, terminaron por seleccionar el Lago Crawford en Canadá, dado que la sedimentación de sus 24 metros de profundidad permite observar las transformaciones acumuladas a lo largo del tiempo, y, a fines del GTA puntualizar lo que comenzó a suceder a mediados del siglo pasado, con lo que se conoce como “Gran Aceleración”, proceso impulsado por el capitalismo de posguerra que terminó por dañar radicalmente el metabolismo entre la humanidad y la naturaleza. Este evento terminaría por constituir el dejar atrás el “Holoceno” y su estabilidad climática, y dar lugar al “Antropoceno”, con la actividad humana como principal agente de transformaciones planetarias. La “actividad humana” diseñada por la lógica de acumulación capitalista, sumaríamos desde nuestro lugar.
Si bien muchas de las intervenciones sobre los sistema planetarios tendrían orígenes mucho tiempo atrás, y en particular desde el comienzo del despliegue de la gran industria a escala global, una de ellas sería más fácil de observar en la dispersión sincrónica planetaria de sus efectos. Y es que, si bien como nos muestra la película de Christopher Nolan, la prueba “Trinity” encabezada por Robert Oppenheimer, demostró que no se constató la hipótesis de que el estallido de una bomba atómica podría desatar una reacción en cadena imparable que destruya la totalidad de la vida sobre el planeta, – sí abrió camino -no sólo a una escalada armamentística y acciones genocidas por parte del gobierno estadounidense- sino también a una contaminación global a partir de las 500 pruebas de armas nucleares que se dieron en los años subsiguientes -tal como lo como reseñó Roberto Andrés-. Hay partículas de plutonio por todos lados, y, cómo no podía ser de otra manera, también en los sedimentos del Lago Crawford.
Los científicos de la CEI se seguirán tomando su tiempo para terminar de ver si alcanzan un veredicto favorable para dictaminar la entrada “oficial” en el Antropoceno. Mientras tanto, y sin que el calentamiento global sea la única huella antropogénica, nos seguiremos chocando, particularmente, con las consecuencias de la acumulación capitalista de 100 multinacionales, responsables del 71% de las emisiones de gases de efecto invernadero. “No podemos ganar todos: o estas industrias sobreviven o lo hacemos nosotros”, sintetizó en una columna de opinión en The Guardian el especialista George Monbiot. El punto es que vienen ganando ellas, y por goleada.
Es que, por más que el último informe del IPCC haya señalado que la explotación de la industria fósil ya desplegada sobre el planeta bastaba para superar el aumento del 1,5° respecto del comienzo de la era industrial, la infraestructura fósil no paró de ampliarse en volúmenes monstruosos. De hecho, la columna de Monbiot venía a colación de los planes del gobierno inglés de extender masivamente la explotación off shore sobre el Mar del Norte (habilitarían más de 100 nuevas licencias de exploración); Biden, desde EEUU está haciendo lo propio, con el “Proyecto Willow”, promoviendo extracción fósil en Alaska, adentrándose en el círculo polar ártico; Putin no solo tiene sus propias explotaciones en esas altitudes, sino que hace rato insiste en sustituir la circulación de mercancias vía el Canal de Suez, por rompehielos que aprovechen el deshielo para consolidar una ruta marina del norte al calor del calentamiento global. El colapso de los casquetes polares: ¿amenaza para la existencia humana u oportunidad de negocios? Elige tu propia aventura.
Sumemos, de paso, que, según reveló la semana pasada el informe semestral de la Agencia Internacional de la Energía, en 2022 y en particular motivado por el consumo de la dictadura capitalista china, se rompió el récord de quema de carbón a escala global con 8.300 millones de toneladas, un 3,3% superior respecto del año previo. Recordemos, se trata de la fuente energética más contaminante de todas las explotadas por la industria hasta el momento.
Por enésima vez, señalemos con luces de neón que no hay ninguna transición energética hacia un mundo pos-fósil en curso. Lo que tenemos por delante son políticas anárquicas de acumulación capitalista que trazan caminos que parecen bifurcarse, pero en realidad son dos caras de la misma moneda, sino dos estrategias comerciales de las mismas empresas (estatales o multinacionales): por un lado, el capitalismo verde, que utiliza la especulación del valor futuro de las energías renovables para armar burbujas especulativas y potenciar el extractivismo de “recursos estratégicos” (de esto hablaremos a continuación); por otro, la industria fósil que utiliza los anuncios de descarbonización para acelerar la extracción y venta de sus activos a cómo dé lugar, bajo amenaza de que en algunas décadas las mismas podrían ser vedadas. Señalemos, solo el pasar y sin que sea aún un tema de tanto revuelo en nuestros debates latinoamericanos, que el point de capiton, el eje nodal que retroactivamente embebe de sentido ambas estrategias, es la promesa técnica: siempre están ya por ser descubiertas formas masivas de captura de carbono que podrían dejar respirar la atmósfera, que en vez de ponerse al servicio de evitar las consecuencias más drásticas del calentamiento global, se piensan como una luz verde para legitimar seguir quemando fósiles.
Conclusión: roto el holoceno, dadas las lógicas capitalistas imperantes, hacen bien quienes viendo los 30° en Buenos Aires en agosto y lo que está pasando en el hemisferio norte se preocupan por el calor que hará en el verano. Pero, ¿estamos a tiempo y haciendo lo correcto para evitar que sea un cementerio?
Argentina: Megamineria de litio y más gasoductos, ¿justo lo que necesitábamos?
Reducido en su tratamiento mediático al triunfo inapelable del “team verano”, o bien a la conmoción por la imagen de incendios e inundaciones, o a lo sumo, vinculado a la sequía que afectó en más de USD 20mil millones las exportaciones de este año, el panorama climático global es debatido en nuestro país en las secciones de color de los diarios y noticieros y escindido de los grandes debates políticos nacionales. Ahora, ¿no debería decirnos algo que el principal acto de campaña de Sergio Massa haya sido la inauguración de un gasoducto? Evento criticado por la oposición macrista únicamente por su demora en la construcción. ¿No tienen nada que ver el panorama global y las políticas de Europa y Estados Unidos de electrificación de su planta automotriz con la reforma constitucional de Gerardo Morales y el PJ jujeño?
Quien escribe estas líneas desde ya que está lejos de subestimar la importancia del impacto de la temperatura global, por si hiciera falta decirlo. Pero sí piensa que, sumado a los efectos ya palpables del cambio climático, que se combinan con las políticas de estado locales (desmonte, destrucción de humedales, incendiar para cambiar el uso del suelo, destrucción de la tierra por monocultivo con agrotóxicos, etc.), probablemente la principal forma en que hoy el calentamiento global se inscribe en la realidad local es la que menos se debate, es decir: por cómo el imperialismo y el gobierno local transformaron “cambio climático” en una justificación para destruir nuestros territorios.
¿No es acaso la idea de que hay que utilizar la “ventana de oportunidad” que se abre en esta década y la siguiente para vender gas natural como “energía puente menos contaminante” lo que se utiliza para justificar la aceleración de la habilitación de gasoductos que expandan Vaca Muerta y la instalación de las Petroleras en el Mar Argentino? ¿La búsqueda de desplazar a las comunidades de los salares del norte del país no se intenta explicar porque hay que descarbonizar al “primer mundo”? De allí emergen las más míticas promesas de lluvias de inversiones, de luces al final del camino, de brotes verdes, en fin, de las salvaciones tantas veces anunciadas y nunca corporizadas.
Entonces, quizás no basta, cómo nos proponen algunos referentes ambientales vinculados a la agenda de este gobierno, simplemente con difundir videos de cuánto más gases de efecto invernadero generaron los países del norte global, si no que es necesario discutir la forma específica en que los gobiernos, sean de Unión por la Patria o de Juntos por el Cambio, buscan entregar nuestros territorios para garantizar la continuidad de los negocios de aquellos intereses imperiales.
“Justicia Ambiental” no puede ser como proponen referentes como Bruno Rodriguez, que como el norte global contaminó mucho, ahora nos toca a nosotres. La ONU le advirtió hace tiempo a nuestro país que la explotación de Vaca Muerta podría consumir buena parte del presupuesto de carbono global para no exceder el 1,5°. Los diez años de explotación del régimen de fractura hidráulica han dejado un saldo tendiente a nulo de dólares en el país, y más bien uno muy frondoso de filtraciones de metano, eventos sísmicos, crisis hídrica y profundización de la desigualdad en la región. La propuesta de ahora sumarle a eso tentáculos de gasoductos que pisoteen territorios ancestrales y zonas protegidas por su biodiversidad, para instalar en el Golfo San Matías un nuevo polo petroquímico que compita con el desastre ambiental del polo de Ingenierio White, Bahía Blanca, violenta todo principio precautorio y de no regresividad en materia ambiental a los que la Argentina se comprometió en los últimos años. Acá no hace falta un triunfo de un Trump o un Bolsonaro para borrar los acuerdos firmados por gobiernos previos, simplemente el mismo peronismo borra con el codo lo que firma con la mano. Y la punta de lanza de esta estrategia extractivista suicida es la YPF S.A. que referentes que se dicen populares y “humanistas” como Juan Grabois aplauden a rabiar.
En vez de agachar la cabeza ante este panorama, la enorme historia de luchas socioambientales de nuestro país podría trazar un curso distinto al descrito hasta acá, y dar una señal al mundo entero. Pero la condición de librar a nuestros territorios del extractivismo, es librarlo también del sometimiento al pago de la deuda externa, y la expoliación de sus principales resortes económicos que fueron puestos en las últimas décadas en manos privadas (mayoritariamente extranjeras). Resaltar lo socio de “socioambiental”, evitar postular un ambientalismo que se quiera parar por encima del resto de las luchas obreras y populares, aprender de las experiencias de luchas como las de Jujuy donde la lucha de las comunidades se potenció también con la lucha docente, y de triunfos como el Chubutazo en el que el accionar de la clase trabajadora jugó un rol fundamental, puede que sean algunas de las tareas del momento.
Otra, claramente debe ser mirar el proceso electoral en curso con los ojos bien abiertos ante la realidad de que existe una sola expresión política extendida en todo el país, con presencia en legislaturas, consejos deliberantes y el Congreso, pero sobre todo, en las calles junto a las luchas socioambientales y que está comprometida con sus demandas, y es el Frente de Izquierda Unidad. Particularmente, la lista que encabeza Myriam Bregman, que rechaza la continuidad de un “extractivismo bajo control obrero”.
Postdata
Por último, y para no dejar una referencia a la canción sin hacer, el calentamiento global está ahí, y por fuera del universo negacionista, se lo está padeciendo y problematizando. Pero mientras esencialmente se lo siga usando para justificar más extractivismo capitalista, la humanidad corre el riesgo de pararse ante él tal como el enunciador de “Cementerio Club”: “justo que pensaba en vos / caí muerto”.